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El País, 9/12/1989
1989 Sobre la exposición «La alfombra roja».

Teresa Lanceta

Museu Tèxtil i d'Indumèntaria. Montcada, 12-14. Barcelona.
Del 28 de noviembre al 28 de enero.

María Escribano

Relegado en Occidente desde hace siglos a la categoría de arte menor, el textil ocupa en las culturas no industrializadas un lugar equivalente al resto de las manifestaciones artísticas. Si desde el Renacimiento va delimitándonos cada vez con mayor nitidez en Europa la frontera entre un arte mayor individual lleno de intencionalidad y un arte menor con una función puramente ornamental en el que se engloban las artes decorativas, esta frontera es mucho más imprecisa en otras culturas.

No deja de ser revelador que Europa insista sobre la estética de las culturas primitivas a comienzo de siglo, precisamente cuando la revolución industrial amenaza con consumar la fragmentación total de la actividad humana y que, al mismo tiempo, se incremente el interés por las artes decorativas, por lograr una mayor integración entre arte y vida.

Es innegable que la vanguardia europea logró a partir de la mirada hacia esa otra estética de una forma no imitativa, sino incluso aportando elementos de su propia tradición, romper con ciertas convenciones del arte occidental y abrir caminos profundamente renovadores.

El textil africano u oriental jugó en este sentido un papel especialmente importante, sirviendo de inspiración para numerosos artistas como Klee o Matisse, pero siempre transportándose sus hallazgos formales a la pintura o incorporándolos al textil industrial. Resultaba francamente improbable que un modo de expresión con unas características de elaboración tan ajenas al modo de hacer que se imponían alcanzara por sí mismo una entidad propia, un lugar semejante al que sustentaba en sus cu1turas de origen.

Sin embargo, esto es lo que desde hace años viene haciendo Teresa Lanceta a partir de un encuentro casual con el textil. Desde entonces comenzaría un difícil camino destinado a investigar, a reinventarse las posibilidades expresivas del textil, al margen de cualquier intención decorativista. Un camino especialmente difícil cuando se maneja un medio tan tradicionalmente asociado a las artes decorativas, cuando se cuenta con unos canales de difusión del arte tan habituados a la pintura. "Durante mucho tiempo, en las galerías me decían: 'Haz esto mismo pintado y te exponemos ahora mismo'. Sin embargo, siempre me he negado. Yo admiro el carácter gestual, el ritmo rápido de la pintura, pero yo no puedo hacerlo. Es demasiado directo para mí. Yo necesito elaborar la idea e ir haciéndola surgir poco a poco. Además, hay algo en el tapiz que me atrae especialmente, el hecho de que si te equivocas no puedes rectificar. Es como la vida. Lo que has hecho, hecho está y tienes que asumirlo".

La exposición que acaba de inaugurarse en el Museu Téxtil i d'Indumentaria de Barcelona, patrocinada por el Secretariado Internacional de la Lana, consiste en una serie de tapices realizados a partir de piezas marroquíes, recopilados en sucesivos viajes por la propia Teresa en la zona del medio Atlas. Junto a sus obras se expondrán también las originales que sirvieron como punto de referencia. Aunque la autora insiste en que su intención en esta exposición ha sido sobre todo llamar la atención sobre estos tejidos, mostrar la sabiduría de sus grandes logros expresivos, el resultado ha sido una obra plena de originalidad en la que, junto a la aceptación y admiración del modelo, está también su propia disidencia, sorprendentemente violenta en ocasiones.

La conexión entre esta última exposición y el resto de la producción de Teresa Lanceta sugiere la existencia de un lenguaje propio común al textil, un medio universalmente en manos de mujeres. Lo sorprendente no es sólo que Teresa haya entendido cuáles son las posibilidades expresivas de ese lenguaje y haya sabido utilizarlas, sino también lo íntimamente unidas que éstas permanecen a su ritmo lento, a su propio modo de ejecución, y haber tenido la osadía, la paciencia de no haber renunciado a él.